ffectionum demulcei impetus”. Dos cosas dignas de consideraz[ió]n tiene la cítara de David que son la consonanzia armoniosa y la eficacia, la consonancia la hace la concordia de las cuerdas uniformem[en]te templadas, recrea los oýdos con la v[i]r[tu]d e impulso de la mano que la toca, a[h]uyenta los demonios. Assí la cítara de la religión y los ánimos están uniformem[en]te templados y concordes, a[h]uyentan los demonios con su birtud, autores de las discordias, y si los corazones están unidos, dan una armonía tan suave a los oýdos de Dios n[uest]ro S[eño]r, que no habrá cosa más agradable a Dios, a los ángeles y a los hombres, como dice David en el Psalmo 132: “Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum”[1]. Esta unión y conformidad hace que los ausentes por presencia corporal estén presentes y la falta de ella hace que los presentes estén ausentes. Por eso la pedia S[a]n Pablo a los de Ephe[si]o[s], y Christo S[eño]r N[uest]ro a su eterno P[adr]e p[ar]a todos como consta del capo 17, de S[a]n Juan n[umer]o 11.
“Pater sancte, serva eos in nomine tuo, quos dedisti mihi, ut sint unum* sicut et nos”, de suerte que la unión que a[h]ý tienen entre sí las personas divinas, quiere que [h]aya entre los que son suyos y parece imposible porque las tres Divinas Personas tienen una sola naturaleza,
- ↑ v, 1.