Gran hechizo es el de la novedad, que como todo lo tenemos tan visto, pagámonos de juguetes nuevos, así de la naturaleza como del arte, haciendo vulgares agravios a los antiguos prodigios por conocidos: lo que ayer fue un pasmo, hoy viene a ser desprecio, no porque haya perdido de su perfección, sino de nuestra estimación; no porque se haya mudado, antes porque no, y porque se nos hace de nuevo. [1]
Ya que los libros se difunden a través del mercado, la afirmación de que contienen algo nuevo se convierte en argumento importante para la venta, principalmente y sobre todo, de textos pequeños, baratos, como son los panfletos, las baladas, las historias criminales a propósito de las ejecuciones. Obviamente el comprador no quiere que se le entregue algo que ya conoce. Y eso no sólo es cierto de las innovaciones científicas y técnicas, sino sobre todo de la literatura de ficción en el plano del entretenimiento; no se compra si ya se ha leído lo mismo.[2]