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cio de los mares en el Canal de Languedoc, se le expulsase tambien, mereciendo se le erigiesen estatuas). Tampoco se permita, que Español, ó Mestizo que fuere despachado de las Corrientes con pliegos para estas Misiones, entre en los Pueblos, sino que se quede en las Estancias que el Padre Superior señaláre, donde esperará si quisiere, la respuesta. Como quien dice: y si no quisiere, por lo que á nosotros nos importan las cosas de España, que se vuelva sin ella. Tanta ojeriza con nuestra Nacion pedia tratase de aprestos de guerra, y asi prosigue:
71 Por irse Por irse perdiendo en estas Misiones el cuidado que antes se tenía de hacer pólvora en los Pueblos, y de tener prevencion de todas armas para la guerra, ordeno con todo aprieto, que de aqui adelante se ponga todo empeño en que se haga toda quanta se pudiere en cada Pueblo: que se exerciten los Indios un dia cada semana en tirar al blanco, y con las flechas para adiestrarse: que aya en cada Pueblo dos Indios diputados para que tengan limpias, y compuestas todas las armas: que en cada Pueblo haya sesenta lanzas, sesenta desjarretaderas, mil flechas de fierro, ó que sean las puntas de hueso, ó palo duro, buenos arcos, hondas, y piedras, y sobre todo, que cada Pueblo tenga á lo menos doscientos Caballos de buena ley, separados solo para el uso de la guerra. Finalmente, que el Padre Superior en sus Visitas tome cuenta á los Padres curas si se tiene á punto, y prevenido todo lo sobredicho (nuevo articulo de la cuenta de conciencia, que San Ignacio ordenaba para estas Visitas[1]), y halláre en algun Padre descuido, que le dé la debida penitencia (por us inobservancia). Ordeno asimismo, que todos los Domingos entren en la Iglesia hombres, y muchachos de siete años arriba com arcos y flechas, y los que asi no lo hicieren, que sean castigados de sus Curas, los quales deben asistir á la puerta De la Iglesia á su registro (de esta Iglesia por doble titulo Militante).

72 Por fin, como una de estas Ordenanzas Militares mandaba se nombrasen varios Superintendentes y Consejeros de Guerra, halló los nombrados en particular, diciendose (9): Superintendentes de Guerra en el Uruguay ácia arriba Padre Diego Suarez; en el Uruguay ácia abajo el Padre Juan de Porras; en el Paraná Pe. Luis Ernote. Consultores de Guerra Padres Diego Suarez, y Alexandro Valaguer en el Uruguay; en el Parana los Padres Francisco Clavijo, y Antonio Palermo. A los quales sériamente encargo fomenten el manejo de las armas: [2]y para que, se consiga la destreza que se desea, se podrá señalar un par de Indios en cada Pueblo de los

  1. Interpolação irônica de Ibañez.
  2. Aqui inicia a citação da f. 237 do mss. 6976 e já não mais da f. 32.